viernes, 30 de septiembre de 2011
Ghibli, magia desde el otro lado del mundo
Hoy hemos visto en clase (en una) un trozo de la película "Kiki's delivery service," una de tantas que pondré del maravilloso estudio de animación japonés Ghibli. Por si alguno se quedó con ganas de saber más os invito a investigar en esta web: http://www.nausicaa.net/wiki/Main_Page o directamente en la wikipedia. Os recomiendo todas las películas, todas son geniales.
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Las brujas: Capítulo 2
Mi abuela
Yo mismo
tuve dos encuentros distintos con brujas
antes de cumplir los ocho años. Del
primero escapé sin daño, pero en la
segunda ocasión no tuve tanta suerte. Me
sucedieron cosas que seguramente te harán
gritar cuando las leas. No puedo remediarlo.
Hay que contar la verdad. El hecho de que aún esté aquí y pueda
contártelo (por muy raro que sea mi
aspecto) se debe enteramente a mi maravillosa abuela.
Mi abuela era noruega. Los noruegos lo saben
todo sobre las brujas, porque Noruega, con sus oscuros
bosques y sus heladas montañas, es el país
de donde vinieron las primeras brujas. Mi
padre y mi madre también eran noruegos,
pero como mi padre tenía un negocio en Inglaterra, yo había nacido
y vivido allí, y había empezado a ir a un colegio inglés.
Dos veces al año, en Navidad y en el verano, volvíamos a Noruega
para visitar a mi abuela. Esta anciana, que
yo supiera, era casi el único pariente vivo
que teníamos en ambas ramas de la familia. Era
la madre de mi madre y yo la adoraba. Cuando ella
y yo estábamos juntos hablábamos indistintamente
en noruego o en inglés. Los dos dominábamos por
igual ambos idiomas. Tengo que admitir que yo me
sentía más unido a ella que a mi madre.
Poco después de que yo
cumpliera los siete años, mis padres me
llevaron, como siempre, a pasar la
Navidades con mi abuela en Noruega. Y allí
fue donde, yendo mi padre, mi madre y yo
por una carretera al norte de Oslo, con un
tiempo helado, nuestro coche patinó y cayó
dando vueltas por un barranco rocoso. Mis
padres se mataron. Yo iba bien sujeto en el
asiento de atrás y sólo recibí un corte
en la frente.
No hablaré de los
horrores de aquella espantosa tarde.
Todavía me estremezco cuando pienso en
ella. Yo acabé, como es natural, en casa de mi abuela,
con sus brazos rodeándome y estrechándome, y los dos nos pasamos la
noche entera llorando.
—¿Qué vamos a hacer ahora? —le pregunté
entre lágrimas.
—Te quedarás aquí conmigo y yo te cuidaré—dijo
ella.
—¿No voy a volver a Inglaterra?
—No —dijo ella—. Yo nunca podría hacer eso.
Dios se llevará mi alma, pero Noruega conservará
mis huesos.
Al día siguiente, para
que los dos intentásemos olvidar nuestra
gran tristeza, mi abuela se puso a contarme
historias. Era una estupenda narradora y yo
estaba fascinado por todo lo que me contaba. Pero no me excité de
verdad hasta que sacó el tema de las
brujas. Al parecer, era una gran experta en estos seres y dejó bien
claro que sus historias de brujas, a
diferencia de la mayoría de las que contaban
otras personas, no eran cuentos imaginarios. Eran
todos verdad. Eran la pura verdad. Eran historia auténtica. Todo lo
que me contaba sobre brujas había sucedido
realmente y más me valía creerlo. Y lo
que era peor, lo que era mucho, mucho peor, era
que las brujas aún estaban aquí. Estaban por todas
partes y más me valía creerme eso también.
—¿Realmente me
estás diciendo la verdad, abuela? ¿La verdad verdadera?
—Cariño mío —dijo—, no durarás mucho en
este mundo si no sabes reconocer a una bruja cuando
la veas.
—Pero tú me has dicho que las brujas parecen
mujeres corrientes, abuela. Así que, ¿cómo puedo
reconocerlas?
—Debes escucharme —dijo mi abuela—. Debes
recordar todo lo que te diga. Luego, solamente
puedes hacer la señal de la cruz sobre tu corazón,
rezar y confiar en la suerte.
Estábamos en el cuarto
de estar de su casa de Oslo y yo estaba
preparado para irme a la cama. Las cortinas
de esa casa nunca estaban echadas y, a
través de las ventanas, yo veía enormes copos de nieve
que caían lentamente sobre un mundo exterior
tan negro como la pez. Mi abuela era terriblemente
vieja, estaba muy arrugada y tenía un cuerpo enorme,
envuelto en encaje gris. Estaba allí sentada,
majestuosa, llenando cada centímetro de su sillón.
Ni siquiera un ratón hubiera cabido a su lado. Yo,
con mis siete años recién cumplidos, estaba acurrucado
a sus pies, vestido con un pijama, una bata y zapatillas.
—¿Me juras que no me estás tomando el pelo?
—insistía yo—. ¿Me juras que no estás fingiendo?
—Escucha —dijo ella—, he conocido por lo
menos cinco niños que, sencillamente,
desaparecieron de la faz de la tierra y
nunca se les volvió a ver. Las brujas se
los llevaron.
—Sigo pensando que sólo estás tratando de
asustarme —dije yo.
—Estoy tratando de asegurarme de que a ti no
te pase lo mismo —dijo—. Te quiero y deseo que
te quedes conmigo.
—Cuéntame lo que les pasó a los niños que desaparecieron —dije.
Mi abuela era la única
abuela que yo haya conocido que fumaba
puros. Ahora encendió un puro largo y
negro, que olía a goma quemada.
—La primera niña que yo conocía que
desapareció fue Ranghild Hansen. Por entonces, Ranghild
tenía unos ocho años y estaba jugando con su hermanita
en el césped. Su madre, que estaba haciendo
el pan en la cocina, salió a tomar un poco el aire
y preguntó: «¿Dónde está Ranghild?» «Se fue con la señora
alta», contestó la hermanita. «¿Qué señora
alta?», dijo la madre. «La señora alta de los guantes
blancos», dijo la hermanita. «Cogió a Ranghild
de la mano y se la llevó.»
»—Nadie volvió a ver a Ranghild —añadió mi
abuela.
—¿No la buscaron? —pregunté.
—La buscaron en muchos kilómetros a la redonda.
Todos los habitantes del pueblo ayudaron en
la búsqueda, pero nunca la encontraron.
—¿Qué les sucedió a los otros cuatro niños?
—pregunté.
—Se esfumaron igual que Ranghild.
—¿Cómo, abuela? ¿Cómo se esfumaron?
—En todos los casos, alguien había visto a una
señora extraña cerca de la casa, justo antes de que
sucediera.
—Pero, ¿cómo desaparecieron?
—El segundo caso fue muy raro —dijo mi
abuela—. Había una familia llamada
Christiansen. Vivían en Holmenkollen y
tenían un cuadro al óleo en el cuarto de
estar, del cual estaban muy orgullosos. En
el cuadro se veía a unos patos en el patio de
una granja. No había ninguna persona en el cuadro, sólo una bandada
de patos en un patio con hierba y la granja
al fondo. Era un cuadro grande y bastante
bonito. Bueno, pues un día, su hija Solveg vino
del colegio comiendo una manzana. Dijo que una
señora muy simpática se la había dado en la calle.
A la mañana siguiente, la pequeña Solveg no estaba en su cama. Los
padres la buscaron por todas partes, pero
no pudieron encontrarla. Entonces, de repente, su padre gritó:
«¡Allí está! ¡Esa es Solveg! ¡Está dando de comer a los
patos!» Señalaba el cuadro y,
efectivamente, Solveg estaba allí. Estaba de pie
en el patio, con un cubo en la mano, echándoles pan a los patos. El
padre corrió hasta el cuadro y la tocó. Pero eso no sirvió de
nada. Simplemente formaba parte del cuadro,
era sólo una imagen pintada en el lienzo.
—¿Tú viste alguna vez ese cuadro, abuela, con
la niña?
—Muchas veces —dijo mi abuela—. Y lo curioso
es que la pequeña Solveg cambiaba a menudo
de posición dentro del cuadro. Un día estaba dentro de la granja y
se veía su cara asomada a la ventana. Otro
día, a la izquierda, sosteniendo un pato
entre los brazos.
—¿La viste moviéndose dentro del cuadro,
abuela?
—Nadie la vio moverse. Tanto si estaba fuera,
dando de comer a los patos, como si estaba dentro,
mirando por la ventana, siempre estaba inmóvil,
era sólo una figura pintada al óleo. Era todo muy
raro —dijo mi abuela—. Rarísimo. Y lo más raro
de todo era que, a medida que pasaban los años, ella
se iba haciendo mayor en el cuadro. Al cabo de
diez años, la niña se había convertido en una chica
joven. Al cabo de treinta años, era una mujer madura.
Luego, de repente, cincuenta y cuatro años después
de lo sucedido, desapareció del cuadro para siempre.
—¿Quieres decir que se murió? —dije.
—¿Quién sabe? —dijo mi abuela—. En el
mundo de las brujas pasan cosas muy
misteriosas.
—Me has hablado de dos —dije—. ¿Qué
le pasó al
tercero?
—El tercero era la pequeña Birgit Svenson —dijo
mi abuela—. Vivía justo enfrente de nosotros. Un
día empezaron a salirle plumas por todo el cuerpo. Al cabo de un
mes, se había convertido en una gallina
grande y blanca. Sus padres la tuvieron en un
corral en el jardín durante muchos años.
Incluso ponía huevos.
—¿De qué color eran los huevos? —pregunté.
—Huevos morenos —dijo mi abuela—. Los huevos
más grandes que he visto en mi vida. Su madre
hacía tortillas con ellos. Y estaban deliciosas.
Me quedé mirando a la
abuela, allí sentada como una reina
antigua en su trono. Sus ojos eran grises y
parecían mirar algo a muchos kilómetros de
distancia. Su puro era la única cosa que parecía real
en ese momento, y el humo que salía de él formaba
nubes azules alrededor de su cabeza.
—Pero la niña que se volvió gallina ¿no
desapareció? —dije.
—No, Birgit no. Siguió viviendo y poniendo
huevos morenos durante muchos años.
—Tú dijiste que todos desaparecieron.
—Me equivoqué —dijo ella—. Me estoy
haciendo vieja. No puedo recordarlo todo.
—¿Qué le pasó al cuarto niño? —pregunté.
—El cuarto era un chico que se llamaba Harald
—dijo mi abuela—. Una mañana se le puso toda
la piel de un tono gris amarillento. Luego se le
volvió dura y rugosa, como una cáscara de
nuez. Por la noche, el chico se había convertido en piedra.
—¿En piedra? —pregunté—. ¿Quieres decir
en piedra de verdad?
—En granito —dijo ella—. Te llevaré a
verle, si quieres. Todavía lo tienen en su
casa. Está en el recibidor, es una pequeña
estatua de piedra. Las visitas dejan sus
paraguas apoyados en él.
Aunque yo era muy pequeño,
no estaba dispuesto a creerme todo lo que
me contara mi abuela. Sin embargo, hablaba con tanta convicción, con
tan absoluta seriedad, sin una sonrisa en
los labios ni un destello en la mirada, que
yo me encontré empezando a dudar.
—Sigue, abuela —dije—. Me has dicho que hubo
cinco en total. ¿Qué le pasó al último?
—¿Quieres dar una calada a mi puro? —dijo
ella.
—Sólo tengo siete años, abuela.
—Me da igual la edad que tengas —dijo—.
Nunca te cogerás un catarro si fumas
puros.
—¿Qué le pasó al quinto, abuela?
—El quinto —dijo, mascando el extremo del
puro como si fuera un delicioso espárrago— fue un
caso muy interesante. Un niño de nueve años que se
llamaba Leif estaba de veraneo con su familia en un fiordo, y toda la
familia estaba nadando y tirándose desde
las rocas en una de esas islitas que hay allí. El pequeño Leif se
sumergió en el agua y su padre, que le
estaba observando, notó que tardaba demasiado
en salir. Cuando, por fin, salió a la superficie,
ya no era Leif.
—¿Qué era, abuela?
—Era una marsopa.
—¡No! ¡No puede ser!
—Era una marsopa joven, muy bonita y la mar
de cariñosa.
—Abuela —dije.
—¿Sí, rico mío?
—¿De verdad, de verdad se convirtió en una
marsopa?
—Absolutamente de verdad —dijo ella—. Yo
conocía muy bien a su madre. Ella me lo contó todo. Me contó que
Leif, la Marsopa, se quedó con ellos toda
la tarde y que llevó a sus hermanos y hermanas montados en su lomo y
ellos lo pasaron estupendamente. Luego les
saludó agitando una aleta y se alejó
nadando, y nunca más lo volvieron a ver.
—Pero, abuela —dije—, ¿cómo supieron que
la marsopa era Leif en realidad?
—El les habló —dijo mi abuela—. Rió y
bromeó con ellos todo el rato que estuvo
paseando a sus hermanos.
—Pero, ¿no se armó un jaleo espantoso cuando sucedió eso?
—pregunté.
—No mucho —dijo mi abuela—. Recuerda que
aquí, en Noruega, estamos acostumbrados a estas
cosas. Hay brujas por todas partes. Es probable que
haya una viviendo en nuestra calle en este mismo
momento. Bueno, es hora de que te vayas a la cama.
—No entrará una bruja por mi ventana durante
la noche, ¿verdad? —pregunté, un poco tembloroso.
—No —dijo mi abuela—. Una bruja nunca haría
la tontería de trepar por las cañerías y entrar en
casa de alguien. Estarás completamente a salvo en
tu cama. Vamos. Yo te arroparé.
Próximo capítulo: Cómo reconocer a una bruja.
La magia más poderosa, de Carlo Frabetti
La magia más poderosa
Carlo Frabetti
–¡Malditos enanos, soltadme! –gritaba la vieja, debatiéndose inútilmente por librarse de las cuerdas que la sujetaban del árbol.
–Grita todo cuanto quieras, bruja del demonio –le contestó uno de los enanos, aquel al que llamaban Gruñón, depositando a sus pies una gran rama seca–. Pronto arderás en el infierno.
Uno tras otro, seis de los enanos fueron poniendo alrededor de la anciana los trozos de leña que habían recogido por los alrededores, mientras el séptimo, que era el más viejo, y al que llamaban Sabio, permanecía inmóvil con una antorcha en la mano, iluminando la siniestra escena.
Cuando la leña estuvo apilada alrededor de la vieja, formando un montón que le llegaba casi a la cintura, Sabio se acercó y, sin decir palabra, inclinó la antorcha para encender la hoguera.
- ¡Malditos seáis mil veces, enanos repugnantes! -aulló la anciana al ver cómo las llamas empezaban a rodearla.
¿De qué va el libro?
La insaciable curiosidad del enano Ulrico lo lleva a recorrer el mundo en busca de los secretos de la magia. Por el camino encuentra a princesas encantadas, brujas, magos, hadas... y cada aventura vivida con ellos le sirven para adquirir más inteligencia, más bondad, más sabiduría...
miércoles, 28 de septiembre de 2011
¿Qué sabes sobre los vampiros?
Si queréis aprender muchas cosas sobre la leyenda de los vampiros (también sobre los hombres lobo) y pasar un rato divertido os recomiendo leer:
GUÍA DE LOS
PODERES OCULTOS
Espero que os guste. Ya me contaréis.
El capitán Nemo
martes, 27 de septiembre de 2011
Popurrí de Roald Dahl

del libro MATILDA
- Papá -dijo Matilda-, ¿podrías comprarme algún libro?
-¿Un libro? -preguntó él-. ¿Para qué quieres un maldito libro?
-Para leer, papá.

del libro LAS BRUJAS
“ - Cariño- dijo ella, al fin- ¿estás seguro de que no te importa ser un ratón el resto de tu vida? - No, no me importa en absoluto -dije- da igual quién seas o qué aspecto tengas mientras que alguien te quiera.”
”... yo corro rápidamente a otros lugares
para soplar sueños a los cuartos
de los niños dormidos. Sueños bonitos.
Sueños dorados y preciosos.
!Sueños que hagan felices a los pequeños!”.
Si quieres saber más
y practicar inglés,
entra aquí:
Un cuento corto
-¡Que extraño! -dijo la muchacha avanzando cautelosamente-. ¡Qué puerta más pesada!
La tocó, al hablar, y se cerró de pronto, con un golpe.
-¡Dios mío! -dijo el hombre-. Me parece que no tiene picaporte del lado de adentro. ¡Cómo, nos han encerrado a los dos!
-A los dos no. A uno solo -dijo la muchacha.
Pasó a través de la puerta y desapareció.
La tocó, al hablar, y se cerró de pronto, con un golpe.
-¡Dios mío! -dijo el hombre-. Me parece que no tiene picaporte del lado de adentro. ¡Cómo, nos han encerrado a los dos!
-A los dos no. A uno solo -dijo la muchacha.
Pasó a través de la puerta y desapareció.
I.A. Ireland
lunes, 26 de septiembre de 2011
Motivos para motivar

Desde hace unos años tengo el inmenso placer de diseñar y dirigir una clase de motivación a la lectura. Siempre he tenido un secreto y a él debo, creo, el poco éxito que he podido tener hasta ahora: me encanta leer, y lo que se quiere se transmite. Se transmite igual que un virus, no se sabe cuándo, no se sabe dónde, pero tarde o temprano sale y te atrapa. A mí me pasó, y ahora quiero que les pase a otros. Y ya está, ahora a leer a los que de verdad saben escribir.
La pata de mono, de W. W. Jacobs

- Nada -contestó el soldado apresuradamente-. Nada que valga la pena oír.
- ¿Una pata de mono? -preguntó la señora White.
- Bueno, es lo que se llama magia, tal vez -dijo con desgana el militar.
Sus tres interlocutores lo miraron con avidez. Distraídamente, el forastero llevó la copa vacía a los labios: volvió a dejarla. El dueño de casa la llenó.
- A primera vista, es una patita momificada que no tiene nada de particular -dijo el sargento mostrando algo que sacó del bolsillo.
La señora retrocedió, con una mueca. El hijo tomó la pata de mono y la examinó atentamente.
- ¿Y qué tiene de extraordinario? -preguntó el señor White quitándosela a su hijo, para mirarla.
- Un viejo faquir le dio poderes mágicos -dijo el sargento mayor-. Un hombre muy santo... Quería demostrar que el destino gobierna la vida de los hombres y que nadie puede oponérsele impunemente. Le dio este poder: Tres hombres pueden pedirle tres deseos.
Cuentos del mundo: Ruslán y Ludmila

Así comienza este cuento de Alexander Pushkin. Un comienzo maravilloso y misterioso. Es increíble como con unas pocas palabras se pueden despertar tantas imágenes en nuestra cabeza. Un gato atado con una cadena de oro que cuando corre a la izquierda se pone a contar un cuento, una casita con patas de gallina, una princesa que tiene como sirviente a un oso pardo,... Esta es la verdadera magia, la magia de las palabras. En este caso la magia rusa de las palabras.
sábado, 24 de septiembre de 2011
La decisión de Randolph Carter
Hace tiempo que descubrí este relato en una antología de terror. Es fantástico. Perfecto para contarlo en una noche de tormenta. Lovecraft despliega toda su magia para transportarnos a un lugar horrendo del que nunca nadie ha vuelto con vida. La atmósfera es asfixiante y la tensión sube con cada línea. Creo que todos los amantes de la literatura de terror deberían visitar ese cementerio y escuchar, desde arriba de las escaleras de la tumba, las palabras que Warren nos susurra al oído a través del teléfono. Para los valientes, aquí dejo el relato completo. Que lo disfrutéis. Con todos ustedes...
Recomendamos
LA MECÁNICA DEL CORAZÓN
Gracias Álvaro por tu recomendación
Situémonos: estamos en Edimburgo, en una fría noche del siglo XIX. Allí nacerá Jack, cuyo corazón está dañado. Para salvarlo, le colocarán un reloj de madera, al que deberá dar cuerda durante toda su vida y que le causará un sinfín de molestias. Claro que para mantener su corazón deberá atenerse a una serie de reglas:
Uno: No toques las agujas.
Dos: Domina tu cólera.
Tres: No te enamores nunca.La mecánica del corazón depende de ello.
Jack sufrirá la burla y el maltrato por parte de los otros chicos, y se sentirá excluido de la sociedad por ser diferente. Sin embargo, conocerá a una pequeña cantante andaluza, Miss Acacia, de ojos enormes y algo miopes, y se enamorará de ella inevitablemente. Así, Jack se embarcará en una maravillosa aventura que le llevará a París y a Granada, conociendo a muchos personajes singulares (ojo a los cameos de celebridades… no digo más…) y viviendo las dulzuras y penalidades del amor.
viernes, 23 de septiembre de 2011
Es tiempo de misterios
Hoy empieza el otoño y parece que, con él, el tiempo del misterio. Se acerca el invierno, como dirían los Stark en la famosa saga "Juego de Tronos" y apetece sentarse delante de un buen libro.
Comenzamos el tiempo de los misterios, juntos vamos a recorrer los caminos del miedo y el escalofrío, de la intriga y el desasosiego. Como introducción os invito a leer el final del prólogo del libro "Los mejores relatos de terror", de la editorial Alfaguara. Mauricio Molina nos anima a leer este libro y en realidad muchos libros (ya que es una antología de relatos) con estas sugerentes palabras:
Comenzamos el tiempo de los misterios, juntos vamos a recorrer los caminos del miedo y el escalofrío, de la intriga y el desasosiego. Como introducción os invito a leer el final del prólogo del libro "Los mejores relatos de terror", de la editorial Alfaguara. Mauricio Molina nos anima a leer este libro y en realidad muchos libros (ya que es una antología de relatos) con estas sugerentes palabras:
Mensaje para quien abra este libro: cuidado con leerlo en un lugar sombrío y apartado, porque podrías transportarte a otras dimensiones, o conocer muertos vivientes y vampiros que te asaltarán cuando te duermas, o quizá te encuentres con seres que habitan el subsuelo de cementerios de espantosa antigüedad; probablemente tengas que beber extrañas pócimas que te convertirán en un amorfo y descompuesto, e incluso -cualquier cosa es posible- descubrirás que bajo tu almohada, o en los rincones de tu cuarto, habitan criaturas que esperan el momento de alimentarse, por fin, de tu sangre y de tu cuerpo.
Si queréis saber más, ya sabéis, sólo hay que empezar por la primera página...
sábado, 17 de septiembre de 2011
Las brujas, Roald Dahl
En los cuentos de hadas, las brujas llevan siempre unos sombreros negros ridículos y capas negras y van montadas en el palo de una escoba.
Pero éste no es un cuento de hadas. Este trata de BRUJAS DE VERDAD.
Lo más importante que debes aprender sobre las BRUJAS DE VERDAD es lo siguiente. Escucha con mucho cuidado. No olvides nunca lo que viene a continuación.
Las BRUJAS DE VERDAD visten ropa normal y tienen un aspecto muy parecido al de las mujeres normales. Viven en casas normales y hacen TRABAJOS NORMALES.
Por eso son tan difíciles de atrapar.
Una BRUJA DE VERDAD odia a los niños con un odio candente e hirviente, más hirviente y candente que ningún odio que te puedas imaginar.
Una BRUJA DE VERDAD se pasa todo el tiempo tramando planes para deshacerse de los niños de su territorio. Su pasión es eliminarlos, uno por uno. Esa es la única cosa en la que piensa durante todo el día. Aunque esté trabajando de cajera en un supermercado, o escribiendo cartas a máquina para un hombre de negocios, o conduciendo un coche de lujo (y puede hacer cualquiera de estas cosas), su mente estará siempre tramando y maquinando, bullendo y rebullendo, silbando y zumbando, llena de sanguinarias ideas criminales.
«¿A qué niño», se dice a sí misma durante todo el día, «a qué niño escogeré para mi próximo golpe?».
Una BRUJA DE VERDAD disfruta tanto eliminando a un niño como tú disfrutas comiéndote un plato de fresas con nata.
Cuenta con eliminar a un niño por semana. Si no lo consigue, se pone de mal humor.
Un niño por semana hacen cincuenta y dos al año.
Espachúrralos, machácalos y hazlos desaparecer.
Ese es el lema de todas las brujas.
Elige cuidadosamente a su víctima. Entonces la bruja acecha al desgraciado niño como un cazador acecha a un pajarito en el bosque.
Pisa suavemente. Se mueve despacio. Se acerca más y más. Luego, finalmente, cuando todo está listo... zass... ¡se lanza sobre su presa! Saltan chispas. Se alzan llamas. Hierve el aceite. Las ratas chillan. La piel se encoge. Y el niño desaparece.
Debes saber que una bruja no golpea a los niños en la cabeza, ni les clava un cuchillo, ni les pega un tiro con una pistola. La policía coge a la gente que hace esas cosas.
A las brujas nunca las cogen. No olvides que las brujas tienen magia en los dedos y un poder diabólico en la sangre. Pueden hacer que las piedras salten como ranas y que lenguas de fuego pasen sobre la superficie del agua.
Estos poderes mágicos son terroríficos.
Afortunadamente, hoy en día no hay un gran número de brujas en el mundo. Pero todavía hay suficientes como para asustarte. En Inglaterra, es probable que haya unas cien en total. En algunos países tienen más, en otros tienen menos. Pero ningún país está enteramente libre de BRUJAS.
Las brujas son siempre mujeres.
No quiero hablar mal de las mujeres. La mayoría de ellas son encantadoras. Pero es un hecho que todas las brujas son mujeres. No existen brujos.
Por otra parte, los vampiros siempre son hombres. Y lo mismo ocurre con los duendes. Y los dos son peligrosos. Pero ninguno de los dos es ni la mitad de peligroso que una BRUJA DE VERDAD.
En lo que se refiere a los niños, una BRUJA DE VERDAD es sin duda la más peligrosa de todas las criaturas que viven en la tierra. Lo que la hace doblemente peligrosa es el hecho de que no parece peligrosa. Incluso cuando sepas todos los secretos (te los contaremos dentro de un minuto), nunca podrás estar completamente seguro de si lo que estás viendo es una bruja o una simpática señora. Si un tigre pudiera hacerse pasar por un perrazo con una alegre cola, probablemente te acercarías a él y le darías palmaditas en la cabeza. Y ése sería tu fin.
Lo mismo sucede con las brujas. Todas parecen señoras simpáticas.
Haz el favor de examinar el dibujo que hay bajo estas líneas. ¿Cuál es la bruja? Es una pregunta difícil, pero todos los niños deben intentar contestarla.
Aunque tú no lo sepas, puede que en la casa de al lado viva una bruja ahora mismo.
O quizá fuera una bruja la mujer de los ojos brillantes que se sentó enfrente de ti en el autobús esta mañana.
Pudiera ser una bruja la señora de la sonrisa luminosa que te ofreció un caramelo de una bolsa de papel blanco, en la calle, antes de la comida.
Hasta podría serlo —y esto te hará dar un brinco— hasta podría serlo tu encantadora profesora, la que te está leyendo estas palabras en este mismo momento. Mira con atención a esa profesora. Quizá sonríe ante lo absurdo de semejante posibilidad. No dejes que eso te despiste. Puede formar parte de su astucia.
No quiero decir, naturalmente, ni por un segundo, que tu profesora sea realmente una bruja. Lo único que digo es que podría serlo. Es muy improbable. Pero —y aquí viene el gran «pero»— no es imposible.
Oh, si al menos hubiese una manera de saber con seguridad si una mujer es una bruja o no lo es, entonces podríamos juntarlas a todas y hacerlas picadillo. Por desgracia, no hay ninguna manera de saberlo. Pero sí hay ciertos indicios en los que puedes fijarte, pequeñas manías que todas las brujas tienen en común, y si las conoces, si las recuerdas siempre, puede que a lo mejor consigas librarte de que te eliminen antes de que crezcas mucho más.
Próximo capítulo: “Mi abuela”
viernes, 16 de septiembre de 2011
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