"Las brujas" - Roald Dahl
—¡Los niños son rrrepulsivos! —gritó La
Gran Bruja—. ¡Nos desharremos de ellos!
¡Los borrrarremos de la fas de la tierrra!
¡Los echarremos por los desagües!
—¡Sí, sí! —entonó el público—.
¡Deshacernos de ellos! ¡Borrarlos de la
faz de la tierra! ¡Echarlos por el
desagüe!
—¡Los niños son asquerrosos y rrrepugnantes!
—vociferó La Gran Bruja.
—¡Sí, sí! —corearon las brujas inglesas—.
¡Son asquerosos y repugnantes!
—¡Los niños son sucios y apestosos! —chilló
La Gran Bruja.
—¡Sucios y apestosos! —gritaron ellas, cada
vez más excitadas.
—¡Los niños huelen a caca
de perrrol —chirrió
La Gran Bruja.
—¡Buuuuu! —gritó el público—. ¡Buuuuu!
¡Buuuuu! ¡Buuuuu!
—¡Peor que la caca de perrro! —chirrió La
Gran Bruja—. ¡La caca de perrro huele a
violetas y a rrrosas comparrada con los
niños!
—¡Violetas y rosas! —canturreó el público.
Aplaudían y vitoreaban casi cada palabra
pronunciada desde la tarima. La oradora las
tenía completamente fascinadas.
—¡Hablarr de los niños me da ganas de
vomitarr! —chilló La Gran Bruja—.
¡Sólo pensarr en
ellos me da ganas de vomitarr! ¡Trraedme una palangana!
La Gran Bruja hizo una pausa y lanzó
una mirada feroz a la masa de caras
ansiosas. Ellas esperaban más.
—Así que ahorra... —ladró La Gran Bruja—.
¡Ahorra tengo un plan! ¡Tengo un plan guigantesco
para librrarrnos de todos los niños de Inclaterra!
Las brujas emitieron sonidos entrecortados y
boquearon. Se miraron entre sí y se
dedicaron vampíricas sonrisas de emoción.
—¡Sí! —vociferó La Gran Bruja—. Les vamos
a darr de garrotasos y de latigasos y vamos a hacerr desaparrrecerr a
todos esos malolientes enanos de
Inclaterrra, ¡de un golpe!
—¡Yuupii! —gritaron las brujas, aplaudiendo—.
¡Sois genial, oh, Grandeza! ¡Sois fantabulosa!
—¡Callarros y escuchad! —gritó La Gran
Bruja—. ¡Escuchad con mucha atención y que no haya
malentendidos!
El público se inclinó
hacia adelante, ansiosas por saber cómo se
iba a realizar este prodigio.
—Todas y cada una de vosotrras —tronó La
Gran Bruja— tiene que volverr a su ciudad inmediatamente
y rrenunciarr a su trrabajo. ¡Dimitid! ¡Rrretirraos!
—¡Sí! —gritaron—. ¡Lo haremos!
¡Renunciaremos a nuestros trabajos!
—Y después de que hayáis degado vuestrros
puestos —continuó La Gran Bruja—, cada una de vosotrras
saldrrá a comprrarr...
Hizo una pausa.
—¿A comprar qué? —gritaron—. Decidnos,
oh genio, ¿qué debemos comprar?
—¡Confiterrías! —gritó La Gran Bruja.
—¡Confiterías! ¡Vamos a comprar confiterías!
¡Qué truco tan brillante!
—Cada una de vosotrras se comprrarrá una
confiterría. Comprrarréis las megorres y
más rrrespetables confiterrías de Inclaterra.
—¡Sí! ¡Sí! —le contestaron.
Sus horrorosas voces eran como un coro de tornos
de dentistas taladrando todos juntos.
—No quierro confiterrías de trres al cuarrto,
de esas pequeñitas y abarrrotadas, que
venden tabaco y perriódicos —gritó La
Gran Bruja—. Quierro que comprréis sólo las megorres tiendas,
llenas hasta amiba con pilas y pilas de
deliciosos carramelos y exquisitos
bombones.
—¡Las mejores! —gritaron—. ¡Compraremos
las mejores confiterías de cada ciudad!
—No tendrréis dificultad en conseguirr lo que
querréis —gritó la Gran Bruja— porrque ofrrecerréis
cuatrro veces más de lo que valen y nadie rrrechasa
esa oferrta. El dinerro no es prroblema parra
nosotrras las brugas, como ya sabéis. Me he trraído
seis baúles llenos de billetes nuevecitos y crrugientes.
Y todos —añadió con una risita siniestra—,
todos hechos en casa.
Las brujas del público
sonrieron, apreciando la broma.
En ese momento, una estúpida
bruja se puso tan excitada ante las posibilidades que ofrecía el ser
propietaria de una confitería que se
levantó de un salto y gritó:
—¡Los niños vendrán a mi tienda como borregos
y yo les daré caramelos y bombones envenenados
y morirán como cucarachas!
La sala se quedó
silenciosa de pronto. Yo VI que el diminuto
cuerpo de La Gran Bruja se ponía rígido
de rabia.
—¿Quién ha dicho eso? —aulló—. ¡Has sido
tú! ¡La de allí!
La culpable volvió a
sentarse rápidamente y se tapó la cara
con sus manos como garras.
—¡Tú, rrrematada imbécil! —chirrió La Gran
Bruja—. ¡Tú, espantago sin seso! ¿No te das cuenta
de que si vas porr ahí envenenando niños, te
coguerrán a los cinco minutos? ¡Nunca en mi vida he
oído semegante chorrrada sugerrida porr una bruga!
Todas las demás brujas
se echaron a temblar. Estoy seguro de que pensaron, como yo, que las
terribles chispas candentes iban a empezar a volar otra
vez.
Curiosamente, no fue así.
—Si semegante tonterría es lo único que se os
ocurrre —tronó La Gran Bruja—, no me extraña que Inclaterra
siga estando infestada de asquerrosos chiquillos.
Hubo otro silencio. La Gran Bruja miró
con ferocidad a su público.
—¿No sabéis —les gritó— que las brugas
sólo trrabagamos con maguía?
—Lo sabemos, Vuestra Grandeza —contestaron
todas—. ¡Por supuesto que lo sabemos!
La Gran Bruja se frotó
las huesudas manos enguantadas y gritó:
—¡Así que cada una de vosotrras serrá
prropietarria de una magnífica
confiterría! ¡El siguiente paso es que
cada una anunciarrá en el escaparrate de
su tienda que en cierrta fecha serrá la Grran Inaugurración y
habrrá carramelos y bombones grratis parra
todos los niños!
—¡Acudirán como moscas, esos brutos glotones!
—gritaron las brujas—. ¡Se pegarán por entrar!
—Luego —continuó La Gran Bruja—, os
prreparrarréis parra la Grran
Inaugurración poniendo en todos los
carramelos, bombones y pasteles de vuestrras
tiendas ¡mi última y más grrandiosa fórrmula
máguica! ¡Se llama FORRMULA86, RRATONISADORR DE ACCION RRETARRDADA!
—¡Ratonizador de Acción Retardada! —corearon
todas—. ¡Ha vuelto a conseguirlo! ¡Su Grandeza
ha confeccionado otro de sus maravillosos niñicidas!
¿Cómo se prepara, oh Genial Maestra?
—Eguerrcitad la paciencia —respondió La Gran
Bruja—. Primero, voy a explicarros cómo funciona mi Fórrmula 86.
Rratonisadorr de Acción Rretarrdada. ¡Escuchad con atención!
—¡Os escuchamos! —vocearon las otras, que
ahora estaban saltando en sus sillas, de
pura excitación.
—El Rratonisadorr de Acción Rretarrdada es
un líquido verrde —explicó La Gran Bruja— y con
una sola gotita en cada carramelo o bombón serrá
suficiente. Esto es lo que sucede:
»El niño come un
bombón que contiene Rratonisadorr de
Acción Rretarrdada...
»El niño se va a su
casa encontrrándose bien...
»El niño se acuesta,
encontrrándose bien aún...
»El niño se levanta
porr la mañana, y sigue estando bien...
»El niño se marrcha al
coleguio, y todavía está normal...
»La fórrmula, ¿comprrendéis?, es de acción
rretarrdada, y todavía
no le hace efecto.
—¡Comprendemos, oh Talentuda! —gritaron
las otras—. Pero, ¿cuándo empieza a hacer efecto?
—¡Empiesa a hacerr efecto a las nueve en punto,
cuando el niño está llegando al coleguio! —gritó
La Gran Bruja, triunfante—. El niño llega al
coleguio. El Rratonisadorr de Acción Rretarrdada empieza a hacerr
efecto rrápidamente. El niño comiensa a
encoguerrse. Comiensa a salirrle pelo porr el
cuerrpo. Comiensa a crrecerrle un rrabo. Todo esto
sucede en veintiséis segundos exactamente. Después
de veintiséis segundos, el niño ya no es un niño. ¡Es
un rratón!
—¡Un ratón! —gritaron las brujas—. ¡Qué
idea tan fantabulosa!
—¡Las clases serrán un herrviderro de
rratones! ¡Rreinarrá el caos en todos los
coleguios de Inclaterra! ¡Los prrofesorres
se pondrrán a darr brrincos! ¡Las
prrofesorras se subirrán a los pupitrres
levantándose las faldas y chillando «Socorrro, socorrro,
socorrro»!
—¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! —vociferaron las otras.
—¿Y qué sucederrá a continuación en todos
los coleguios? —gritó La Gran Bruja.
—¡Decídnoslo! —clamaron—. ¡Decídnoslo,
oh Talentuda!
La Gran Bruja estiró su
escuálido cuello y sonrió a su público,
mostrando dos hileras de dientes puntiagudos
y ligeramente azulados. Alzó aún más la
voz y gritó:
—¡Aparrecen las rrratonerras!
—¡Ratoneras! —exclamaron las brujas.
—¡Y el queso! —gritó La Gran Bruja—.
¡Todos los prrofesorres corrren de acá
parra allá comprrando ratoneras,
poniéndoles el queso y colocándolas porr
todas parrtes! ¡Los rratones mordisquean el
queso! ¡Los muelles saltan! ¡Porr todo el
colegio, las ratoneras hacen clac y las cabesas de los ratones ruedan
porr el suelo como canicas! ¡En todo Inclaterrra, se oirrá el
chasquido de las rrratonerras!
Al llegar a este punto, la horrenda
Gran Bruja empezó a bailar una especie de
danza brujeril de un lado a otro de la tarima, golpeando el suelo con
los pies y dando palmas. Todo el público
acompaño las
palmas y el pateo. Armaban un estruendo tan
grande que yo pensé que, seguramente, el señor Stringer
lo oiría y vendría a llamar a la puerta. Pero no
fue así.
Entonces, por encima del ruido, oí
a La Gran Bruja cantando a voz en cuello
una perversa canción:
¡A los niños hay que destrruirr,
herrvirr sus huesos y su piel jrreírrl
¡Desmenuzadlos y trriturradiós,
estrrugadlos y machacadlos!
Con polvos maguicos
dadles bombones,
decidles «come» a los muy glotones.
Llenadles bien de dulces prringosos
y de pasteles empalagosos.
Al día
siguiente, tontos, tontuelas,
irrán los
niños a sus escuelas.
Se pone rroga cual amapola
una niñita:
«¡Me sale cola!».
Un niño pone
carra de lelo
Y grrita:
«¡Auxilio, me sale pelo!».
Y otrro berrea al poco rrato:
«¡Tengo bigotes como de gato!».
Un niño alto
dice guimiendo:
«¡Cielos, ¿qué pasa?, estoy encoguiendo!».
Todos los niños
y las niñitas
en vez de brrasos tienen patitas,
y de rrepente, en un instante,
sólo hay
rratones, ningún infante.
En los coleguios sólo
hay rratones
corrreteando
por los rrincones.
Enloquecidos, los prrofesorres
grritan: «¿Por
qué hay tantos rroedorres?».
A los pupitrres suben ansiosos
y chillan: «¡Fuerra,
bichos odiosos!».
«¡Que alguien traiga una rratonerra!».
«¡Trraed el queso de la queserra!».
Las rratonerras tienen un muelle fuerrte
que salta y que suena a muerrte,
y su sonido es tan musical...
¡Es una música celestial!
Rratones muerrtos porr todas parrte
grracias a nuestrras
perrverrsas arrtes.
Los prrofes buscan con grran carriño,
perro no encuentrran un solo niño.
Grritan a
corrro: «¿Adonde han ido
todos los niños, qué ha sucedido?».
«Es en verdad un extraño caso,
¿dónde se ha visto tanto rretrraso?».
Los prrofes ya no saben qué hacerr,
algunos se sientan a leerr,
y otros echan a la basurra
a los rratones con grran prremurra
¡MIENTRRAS LAS BRUGAS GRRITAMOS HURRRA¡
Próximo capítulo: La receta (dentro de muy poco)
Ya me lo he leído profesor, aunque la gran bruja tiene mala leche ( soy Juan Antonio Mayo Ruiz )
ResponderEliminarleído
ResponderEliminarleído:)
ResponderEliminarPodría haber sido una bruja cantautora.Ya me lo he leído. :)
ResponderEliminarAraceli Romero
leido!=) Creí que la canción esa no iba a terminar
ResponderEliminarLEÍDO,PROFE. JESÚS MORENO.
ResponderEliminarNo me acordé de leerlo.
ResponderEliminarUn poco tarde pero leído;)
Ya me lo he leído profe!!!:)
ResponderEliminarLucía Aguilera Rivas
leido
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